Formamos una unidad
con la humanidad, el cosmos y
Dios
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
Lectura del santo evangelio según san Juan 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la
verdadera vid, y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que
da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;
permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en
la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y
yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y
se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,
pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante;
así seréis discípulos míos».
INTRODUCCIÓN
El texto que leemos hoy es el comienzo del capítulo 15 del evangelio de Juan, incluido en el larguísimo discurso de despedida, después de la última cena. El ambiente es radicalmente distinto del que encontramos el domingo pasado; la agresividad con los “judíos” está sustituida por la más profunda intimidad con sus discípulos.
En esta parte del discurso, se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Lo que hoy leímos insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que luego se debe manifestar en obras.
El simbolismo de la viña es muy frecuente en el Antiguo Testamento. Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Con todo, el sentido que le da Juan es completamente original. El doble aspecto de una misma vivencia individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual. Aunque no se nombra expresamente la Vida (en Jesús y en sus seguidores) sigue siendo el centro del discurso.
EXPLICACIÓN
Para poder entender esta alegoría, es imprescindible conocer bien los términos de la comparación. Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho, si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas.
La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando sólo una parte mínima (dos o tres nudos) de los más robustos. La segunda se hace en verde, eliminando todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan.
Estos cuidados son imprescindibles si queremos que la vid produzca frutos.
Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid, se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida.
Una vez más es la Vida el centro del discurso. Al añadir “verdadera” (alêthinê), nos está diciendo que puede haber una vid falsa, cuyos sarmientos no están animados por la vida de la cepa.
La vid (cepa y sarmientos) es ahora todo el que se adhiere a Jesús. No hay más pueblo de Dios que el que se desarrolle a partir de Jesús.
Juan ya había hablado de la luz verdadera, contrapuesta a la Ley; del verdadero pan, contrapuesto al maná. En el Antiguo Testamento es frecuente que la viña sea improductiva, esté desolada y no agrade a Dios (sea falsa).
Mi Padre es el labrador. Como en el Antiguo Testamento, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. La alusión al Padre labrador, expresa la preocupación y el interés de que los sarmientos den fruto.
Todo sarmiento que en mí no produce fruto, lo arranca, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a este párrafo!
Tenemos un juego de palabras muy curioso: “aireo” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar; “kathairo” no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suele utilizar para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ira más allá del simple significado.
El versículo siguiente nos ayuda a salir del posible error de interpretación: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. “limpios” tampoco tiene nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Juan el único pecado (el pecado del mundo) es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, están limpios. La purificación se efectúa al optar por el mensaje de Jesús, el amor.
No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina.
No debemos considerar al hombre Jesús como el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina.
Ni cada individuo, ni la comunidad deben considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Sólo el don total de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un dinamismo que no se detiene.
El producir fruto no hace referencia a una moralidad, sino a la manifestación del amor que es una exigencia de la identificación con Dios.
El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto, delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-vida está llegando al sarmiento. Ni la vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos.
Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo. Exige la actualización constante por parte del discípulo. Tanto el individuo como la comunidad tienen que estar alertas, tienen que estar constantemente eliminando todo aquello que les impida llegar a la identificación con Jesús y, por lo tanto, con Dios.
Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Juan no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras.
De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Podemos hacer obras impulsados por una programación que no cambia mi actitud interior; esas obras no salvan. Solo la Vida-Amor nos hace ser y nos capacita para obrar.
Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre.
Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte.
La nueva humanidad no depende de la pertenencia o no a una institución. Es participación de la misma Vida de Jesús que es opción personal permanente.
En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Sólo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Juan.
“La gloria” no es estar sentado en un trono y recibiendo honores y agasajos. Dios no puede ser enriquecido con nada externo a Él. Su gloria es su esencia, es decir, el ser amor; un amor que se manifiesta siempre a favor del hombre. La gloria de Dios es que en Jesús y en los discípulos se manifieste esa esencia de Dios por un Amor auténtico.
Aprendiendo de Jesús, los discípulos llevan a cabo la misma obra que llevó a cabo él, el don total de sí mismo. Se está hablando aquí desde la perspectiva de las primeras comunidades que sí desplegaron ese amor entre sus miembros y con los demás.
APLICACIÓN
El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. No dice que Jesús sea la cepa y los discípulos los sarmientos como realidades separadas. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid.
Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres con todo el cosmos y con Dios. La religión, o nos conduce a esa experiencia de unidad o se queda en programación externa que ni nos enriquece ni nos salva.
Meditación-contemplación
Sin la savia divina no puede
haber fruto de verdadera humanidad.
En el centro de mi ser está la
fuente de Vida.
Si aparto lo que le impide
manifestarse,
inundará todo mi ser con esa
Vida.
……………
En el orden del Espíritu, todo es
Uno.
La aparente diversidad es una
ficción de la mente.
Si consigo trascender el mundo de
las apariencias,
me encontraré inmerso en la
inmensidad del Ser.
………………
En nuestro verdadero ser todo es
distinto.
Las contradicciones quedan
superadas.
Las limitaciones pierden su
sentido negativo.
La armonía y la paz son absolutas
y definitivas.
………….